
Hace muchos años, una persona a quien admiré mucho, la vi pensativa y le pregunté si le ocurría algo. Su respuesta fue: «Estoy aprendiendo a vivir». No era una persona muy adulta, pero su juventud no fue impedimento, para responder de forma madura. Esa expresión me marcó y en mis diálogos internos con Dios y conmigo mismo, busco encontrar ese secreto en mi vida. Saber vivir, tiene mucho que ver con el secreto de manejarnos correctamente, de acuerdo a la situación que nos toque afrontar. No puede ser que al primer signo de faltarnos algo, renegamos y parece que se nos olvida lo que Dios ha hecho en nosotros. Tampoco saber vivir es sonreír porque nuestras despensas y ahorros rebosan.

Esta es una de las perlas en la escritura que quiero dejarte para que la guardes en el corazón: Aprende a estar contento con lo que tienes. Si la pandemia te redujo los ingresos, busca la forma de reajustar el presupuesto y sigue dependiendo de Dios. Que tu gozo no sea negociado con nada y menos con una cara larga o de queja por la situación presente.
Venga lo que venga o pase lo que pase, la fidelidad de Dios superará todo obstáculo y nos sorprenderá siempre. Con mucho o con poco, con abundante o poca comida, aprende a vivir con gratitud y contentamiento en el corazón. Será esta actitud, la que precipitará que buenas y grandes cosas te sucedan. El pesimismo es mal consejero y nos aleja de los milagros. Si quieres ser sorprendido por ellos, tienes que comenzar a creer que llegarán, mucho antes de lo que otros te lo hagan ver.
¿Estás listo para creerlo? Entonces sucederá. Mientras tanto, ora, da gracias todos los días y bendice con tus labios a tu casa y a tu familia. Renuncia al lenguaje pesimista y aún orgulloso de también sentir que todo pasa porque somos buenos trabajadores y nos olvidamos de la gratitud al Señor. Recuerda que Dios no ha terminado contigo. Suscribete a este blog y recibirás notificación a tu correo, cada vez que suba un nuevo artículo. Comenta y comparte con otros amigos y familiares el link de ésta enseñanza.
Escribe desde que lugar del mundo me lees. Abrazo fuerte.
Pr. José Ángel Castilla