
¿Hace cuánto no te quedas mudo frente a situaciones difíciles? ¿No sabes qué responder o aun qué hacer frente a eventos donde las palabras se te van? Hace siete años, frente a la tumba de mi madre y con tan sólo una semana de haber partido a la presencia del Señor, mi hija Sofía que para ese entonces tenía sólo ocho años, me hizo una de esas preguntas difíciles de responder, a una niña a quien le enseñaste que Dios hace milagros y sana vidas. Su pregunta fue: Porque Dios se llevó a Mamaali y no la sanó, si se lo habíamos pedido en oración?
Ella y yo adorabamos a Dios frente a la cama de mamá, cuando se quejaba de su dolor por el cáncer terminal que Dios usó, para llevarla a una nueva forma de vivir. Nunca dejamos de clamar y creer en que Dios la sanaría. La voluntad de Él fue otra y partió a su presencia dos meses luego del diagnóstico de esa terrible enfermedad.

Mis lágrimas corrieron y solo respondi a la pregunta de mi hija: ¡FUE LA VOLUNTAD DE DIOS! Esa que aunque no la entendamos debemos acogerla sin cuestionamientos. Dios es soberano y no nos pide permiso para obrar de acuerdo a Su sapiencia.
He visto como personas cuestionan a Dios y hasta se resienten con él, porque las cosas no se les dan como lo anhelan o planean. Somos ollas en las manos del creador y no discutimos por la forma que El deseé darnos, o si a nuestro parecer está retrasado en la producción de alfarería de nuestro carácter.
He crecido en mi comunión con Dios en la espera. Mi paciencia se ha desarrollado con la gente difícil. He aprendido a callar muchas veces frente a mis ofensores y las veces que reaccioné erróneamente estuve listo para pedir perdón. Mi corazón se ha hecho fuerte en las pruebas vividas. Hoy puedo decir: Dios, te entregué una ofrenda costosa de amor como lo fue mi mamá. Esas son las palabras que el duelo elaborado y terminado en mi corazón concluyen al cerrar el ciclo de dolor a casi siete años de su partida.
En éste tiempo en el que personas perdieron a seres queridos, uso mi historia personal para edificar corazones y enseñar que entregar a seres queridos como regalo a Dios, es lo más duro y difícil que se pueda experimentar. Aunque no tengas palabras que respondan a lo que ha pasado en tu vida, ADORA a Dios y espera en su providencia y fidelidad. El es bueno y nada de lo que pasó ocurrió para tu mal, sino para tu bien.
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Pr. José Ángel Castilla
Amén excelente palabra pastor Dios bendiga su vida
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