
Cuando un hijo de Dios se levanta a orar con fe e intensidad, confía y cree en lo que Dios pueda hacer, estoy convencido que los cielos se unen a la tierra y la respuesta desciende. No existe un poder más grande que el de un hijo clamando a Su Padre eterno.
La oración fue el vehículo que Jesús nos dejó para conducir tu necesidad a Dios. Si oras con fé verás los cielos abrirse y lo extrordinario y sobrenatural sucederá. Una oración de poder demanda intensidad, como la de aquella viuda que se acerca a un juez que era impío. El no temía a Dios y no respetaba a los hombres. Luego de insistir durante un tiempo la terminó favoreciendo porque sabía que su insistencia le agotaría la paciencia. ¿Somos nosotros acaso menores o menos intensos en pedir que aquella mujer?

Si seguimos creyendo más en nuestros gigantes llamados temor, desánimo, no se puede, no soy capaz, soy pobre, no merezco ser feliz dudo que conquistes algo. Tú respuesta a favor desciende hoy. Créelo en el nombre de Jesús.
Cierra tus ojos y abre tu boca con la intensidad de esa mujer de fé y espera por tu milagro hoy en el nombre de Jesús. Los cielos ya se unieron a la tierra. Suscríbete a este blog y recibirás notificación cada vez que suba una nueva entrada. Bendice a tus amigos y familiares reenviando el link de ésta reflexión. Deja tu comentario al final. Te bendigo.
Abrazo fraterno.
Pr. José Ángel Castilla
Me pasa a menudo, creo más en el desánimo que en las promesas y ya sabiendo que soy un hijo y solo tengo que clamar a mi padre y ya !!
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