La Sabiduría es la capacidad en conocimiento y habilidad, que tiene una persona. Pero la Sabiduría que proviene de Dios es un atributo único y absoluto que solo Él posee, la cual se demuestra en todo lo creado y en cómo fuimos redimidos a través de Cristo. Cuando buscas al Señor con reverencia y pides sabiduría, Dios te la concede. Esas habilidades otorgadas por Dios, nos ayudan a discernir y comprender en todas los aspectos de la vida. Lo más exacto y cercano a la sabiduría, es Dios mismo. Lo oculto y limitado para el hombre, no lo es para el Señor.

La mejor manera de ser sabio es buscar al Señor, hacerle preguntas en oración y leyendo Su Palabra. El Espíritu de Dios es quien nos provee de su Sabiduría y quien nos hará entender sus palabras. Sólo por medio de la fe en Cristo, es obtenida esta sabiduría, ya que Él es el único intercesor entre Dios y el Hombre, entregándose a sí mismo por nuestros pecados, para que nos fuera quitado el velo de nuestra mente y nos fuese revelada la Sabiduría de Dios. Nunca es tarde para pedir sabiduría y operar conforme a los pensamientos de Dios.

El sabio Salomón en la escritura, nos anima a estimarla y abrazarla, así recibiremos honra por tenerla. La persona sabía luce una guirnalda sobre su cabeza y sus consejos son vida para nuestros corazones. Quien reniega de la sabiduría y sólo sigue sus propias opiniones y conceptos, se hace necio. La sabiduría no viene por accidente, debemos ser intencionales y perseguirla con todo nuestro corazón. Rodéate de gente sabia, que te asesore y encienda luces cuando más las necesitas. Sé humilde para recibir los aportes, y nunca digas que ya lo sabías si eso no es cierto.

Toma la determinación de decir “no” a las cosas que obstaculizan tu búsqueda de la sabiduría. Recuerda que Dios no ha terminado contigo. Suscríbete a este blog y recibirás notificación cada vez que suba una nueva entrada. Reenvía el enlace de ésta reflexión a tus amigos y familiares. Deja tu comentario al final del blog. Abrazo fraterno para todos y feliz inicio de semana.

Pr. José Ángel Castilla